La amputación de los miembros es una indicación terapéutica y no un fracaso de la medicina. El primero que debe estar convencido de ello es el cirujano que ante la imposibilidad de salvar un miembro puede pensar que todo está perdido, o así transmitirlo sin querer, cuando le propone la amputación al paciente.(1)
Virtualmente toda persona que ha sufrido una amputación afirma experimentar sensaciones que parecen emanar de la parte amputada del miembro. La mayoría de las veces estas sensaciones "fantasmas" son indoloras y de intensidad lo suficientemente baja como para no provocar más que una moderada perturbación (9). Las sensaciones son generalmente similares a aquellas que se sienten en un miembro intacto, incluyendo calor, picazón, sensación de posición y una moderada compresión.
El conocimiento de los detalles de la forma del miembro y la percepción de la capacidad de moverlo tienden a debilitarse con el tiempo. No obstante, casi todos los amputados afirman que continúan sintiendo al menos algunas sensaciones fantasmas a lo largo de toda su vida. Cuando las sensaciones fantasmas se vuelven para el amputado lo suficientemente intensas como para definirlas como un dolor, se las denomina "dolencias fantasmas".
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